Colegio Español de Nuestra Señora del Pilar y Santiago Apóstol

COLEGIO ESPAÑOL DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR Y SANTIAGO APÓSTOL
Una institución educativa que tenga como fin llevar las almas para el Cielo educándolas en lo mejor de la tradición hispánica (click aquí para versión en español o aquí para versión en inglés)

sábado, 23 de abril de 2016

Simposio de Historia dentro del Congreso Internacional Rubén Darío



En el simposio El ensayo, la historiografía y la crítica literaria en torno a 1916: centenario de la Independencia  argentina se busca reunir ponencias que desde la disciplina histórica analicen el Modernismo con perspectiva amplia ya que, por su “sentido ético de reacción de época” (Zuleta Álvarez, 1975, t. I: 32), tuvo una destacada influencia en las ideas y en la política en general desde fines del siglo XIX y aún entrada la década de 1920. En dicho movimiento, la figura de Rubén Darío como inspirador y máximo representante del Modernismo literario hispánico, ejercerá profunda y perdurable influencia. El análisis de esta influencia en autores, publicaciones y grupos políticos, en el diseño de las políticas culturales y, también, en la oposición que otros sectores presentaron al fenómeno del Modernismo constituye una contribución a la historia política y cultural de ese periodo.   

Con respecto a la metodología de exposición de los trabajos,  el simposio prevé el comentario crítico de las ponencias, con el fin de enriquecer el intercambio académico, y un debate final, con la intención de elaborar conclusiones y plantear nuevas líneas de investigación, en el que deberán participar todos los expositores y comentaristas que hayan asistido al simposio.

Coordinan: Profesoras Andrea Greco de Álvarez y Patricia Barrio de Villanueva

Congreso Internacional Rubén Darío en UNCuyo- Mendoza

Estimados profesores, alumnos y ex-alumnos:
Hemos recibido esta invitación que sería muy interesante que pudiéramos aprovechar. Los que se animen con ponencias el plazo de presentación es hasta el 31 de mayo, hay tiempo aún.
El resto, sería bueno prepararse para asistir.
Los colegas de afuera, avisen podemos conseguir alojamiento 3 B (Bueno, Bonito y Barato)
Avisen, inviten a los que puedan estar interesados.
Andrea


CONGRESO INTERNACIONAL RUBÉN DARÍO (1867 - 1916)

De Metapa a Cosmópolis - 10, 11 y 12 de agosto de 2016
Universidad Nacional de Cuyo - Facultad de Flosofía y Letras

Para mayor información, escribir a la siguiente dirección electrónica: cethi@outlook.com y congresorubendario@outlook.com.ar y/o en la página del congreso http://congresorubendario.jimdo.com/ (En este enlace hay datos de alojamiento y demás para quienes vengan desde otras provincias)

Todos invitados,

Andrea

En el día del idioma, homenaje a la lengua de Cervantes



                Uno de los pensadores americanos contemporáneos con mayor prensa, Leopoldo Zea, viene difundiendo desde hace años su pensamiento acerca del conflicto en torno a la identidad latinoamericana y su prédica se orienta hacia la necesidad que tiene América de practicar, mediante una suerte de psicoanálisis colectivo, una recreación cultural forjándose una nueva identidad. Para ello cree este autor que América debe asimilar su pasado dentro de una dimensión dialéctica. Para tal fin los americanos debemos negar nuestro pasado “con la mejor de las negaciones, la histórica”.  Para estos intelectuales América ha vivido “a la sombra y de la sombra de la cultura europea” a la que sin embargo y por eso mismo, siente ajena. Porque los americanos, dice Zea, no sentimos a esta cultura “como el hijo siente los bienes que del padre ha heredado. En realidad no nos sentimos como hijos legítimos, sino como bastardos...”[1].
                De manera que para librarnos de esa paternidad ilegítima y de nuestro complejo de bastardía es necesario reinterpretar la historia, nuestra historia. Será por ello que pocos años antes de la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América vio la luz, en la Argentina una novela de Abel Posse, cuya evidente y confesada pretensión es parodiar la historia para cambiarnos la memoria. Como bien señala Alicia Sarmiento en la Novela Histórica, los escritores buscan recuperar el pasado y recrearlo poéticamente, en cambio el fenómeno que esta autora ha llamado “reescritura de la historia en la novela contemporánea”, provoca el resultado exactamente opuesto “una ficcionalización de la Historia”, “una versión no verosímil de la materia histórica”. Justamente eso y algo más es lo que ha hecho Abel Posse en Los perros del paraíso, novela en la cual se reinterpreta el Descubrimiento de América y la acción de los protagonistas de esta epopeya -Colón, los Reyes Católicos, el pueblo español- en clave erótica y blasfema y por motivaciones freudianas que el autor interpreta, según la ideología de Marcuse, procurando por medio de los obsceno lograr la “desublimación de la cultura”. El resultado de este esfuerzo es contundente. Esa obra “marca el hito más bajo en la reescritura del Descubrimiento”, dice Alicia Sarmiento y aclara que esa bajeza es de doble sentido: por una lado por su pobreza estética y por otro porque es una mera suma y síntesis de todos los tópicos de la Leyenda Negra[2].
Hoy, más que nunca, ante tanta procacidad y esfuerzo destructivo se hace imperioso levantar la poesía promisoria, la poesía que construye, la poesía que eleva. Hay una obra que hace honor a la lengua castellana, es la Biografía de Colón del escritor español Felipe Ximénez de Sandoval, titulada Cristóbal Colón, Evocación del Almirante de la Mar Océana.
                Felipe Ximénez de Sandoval tuvo “el privilegio y la gracia”, como bien dice Antonio Caponnetto, de pertenecer a esa “escuela de poetas” que fue la Falange Española[1]. Decía José Antonio Primo de Rivera en el discurso pronunciado en el Teatro de la Comedia de Madrid, el 29 de octubre de 1933 en el acto fundacional de la Falange Española -“A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete”.

Los méritos literarios de la obra
                Leer la obra de Ximénez de Sandoval, Evocación del Almirante de la Mar Océana, hoy, es levantar la poesía que promete, la lírica esperanzadora y edificante. Uno de los grandes maestros que Dios nos ha concedido en nuestras tierras mendocinas, Rubén Calderón Bouchet, ha escrito que “cuando un historiador limita su atención a las circunstancias puramente fácticas de un suceso aislado, le basta exhumar la documentación apta para arrojar la luz sobre el caso, sin preocuparse mucho por las motivaciones que impulsaron a los protagonistas. Pero cuando se quiere penetrar en los laberintos de las intenciones y propósitos para alcanzar el corazón secreto de un movimiento histórico, no basta la erudición, no son suficientes los aportes documentales, porque un acontecimiento histórico cualquiera compromete fuerzas, trae a la reflexión principios morales, conflictos religiosos, dificultades psicológicas difíciles de comprender para quien no tenga una sensibilidad y una preparación adecuada... La historia forma parte de nuestra propia trama existencial. No podemos penetrar en ella como en un recinto extraño. Es nuestro propio laberinto el que se hunde en las sombras del pasado... El carácter mediador del testimonio obliga al historiador a una faena de recomposición, donde manifiesta su aptitud artística, su riqueza de registro y su imaginación, para traer hasta la inteligencia del lector la espiritualidad única de la época que considera. Tarea poética, pero con un propósito de expresar una formalidad cuya estructura inteligible no depende de la fantasía creadora, sino de un orden prescripto por la naturaleza misma de los testimonios”.
                Ciertamente, Ximénez de Sandoval logra mostrarnos a través de las páginas de esta evocación una sensibilidad exquisita además de una heurística minuciosa subyacente. Este es el camino por el que logra penetrar en lo más recóndito de la personalidad del Almirante y este sitio histórico  -el Descubrimiento- en el que se hunden las raíces del Imperio hispánico, es visitado por el autor consciente de que su propio laberinto vital como español, amante de su tierra, entronca con esta historia, y es visitado por nosotros, lectores, americanos, en la certeza de que nuestro laberinto vital enraíza en este mismo paraje. 
                La faena creadora que emprende para revivir la figura del Almirante es en éste más lírica aún de lo que pudiera ser en otro caso dado que, como bien analiza el autor en las Palabras previas con que inicia la obra, ante la escasez de fuentes relativas a la vida de Colón “su aventura no tendrá otro camino para acercarse a él que la “Comprensión poética”, la invención, la re-creación”.
                Su pluma, como vergel de edificantes valores estéticos, llena las páginas con profusión de imágenes bellas que nos llevan a acompañar al Almirante a través de las siete estancias que sigue el recorrido de su providencial vida desde la cuna y la infancia hasta el lecho en que le cubra la mortaja franciscana.
                Hermosas metáforas acercan nuestro pensamiento al Almirante en esta Evocación y nos ayudan a comprender el alma compleja del Almirante: “...a Cristóforo le pesa el oficio real de tejedor de telas, cuando su mente es un telar donde se tejen sueños mágicos...” “...ese torrente de sueños que le hierve en las venas...” “¡Dios quiere que las flechas de mis sueños prendan con el yugo de esta España inmortal, en su servicio eterno tras los mares tenebrosos, que sus quillas rasgarán bajo mi mando!” “Quisiera una sola nave, la suya, y sus ojos tan sólo para buscar sobre las aguas la aparición de la tierra a él solo prometida... Quisiera el monopolio del tremendo azar a que juega. Quisiera toda la gloria o todo el fracaso para él... su alma absorbente ambiciona totalitariamente su destino”. “...durante la travesía, el Almirante iba “borracho de estrellas”.... Efectivamente, todas las estrellas se le habían subido a la cabeza en tropel vertiginoso de plata y diamantes. Su vaho de luz le deslumbraba, llenándole las venas de palpitaciones siderales” “...Esa sutil embriaguez de nocturno constelado amplifica  -hasta el milagro de la plena certidumbre en el éxito de la expedición- los pequeños mensajes de la tierra que Dios le iba a entregar palpitante de virginidad”[2].
                Por medio de frases bellas vemos caracterizados con precisión a los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla como cuando el autor escribe sobre Fernando: “el rey de Aragón, consorte en Castilla, no es hombre de corazonada. Antes al contrario, gusta sujetarse el corazón y dominarlo siempre con la cabeza, de subordinar la súbita inspiración genial a la lenta reflexión inteligente que madura y macera las ideas, hasta convertir el mosto embriagador en un vino sedante”.  Y refiriéndose a la Reina nos cuenta “de hinojos ante un patético Cristo gótico, los labios de Isabel prorrumpen en una oración fervorosa, en la cual pide al Altísimo protección para las vidas de aquellos humildes y denodados vasallos... arriesgadores de cuanto tienen... para ofrendar a la Corona de Castilla ceñida a sus sienes rubias, la gloria de su sublime viaje a lo desconocido... Cuando vuelve del oratorio al salón de los Embajadores... su alma está encendida de ese júbilo secreto y misterioso que sólo siente la mujer cuando advierte la maternidad cercana. Y es así. La reina doña Isabel I de Castilla -la grande, la católica, la excelsa- está preñada de América”.
                Expresiones pletóricas de una plástica literaria enorme, nos trasladan a los lugares de la evocación, al mismo tiempo que logra, por medio del trazo bello de su pluma, dibujarnos el espíritu único, el ambiente irrepetible, la época. Cuando escribe “toda España ardía en una fiebre de catolicidad exaltada por la guerra con los moros de Granada. Cada mozo español soñaba emular las glorias de los santos y paladines. Desde la reina y el rey abajo hasta el villano más humilde, los españoles vivían en esa vigilia tensa de la que brotan los Imperios”. Cuando nos habla de aquel viernes 3 de agosto en Palos de Moguer en que aquellos intrépidos navegantes suben, como en la ascésis de una conversión,  al Calvario de aquellos frágiles navíos: “ya no son marinos ambiciosos; ya no son aventureros sedientos de riqueza y gloria; ya no son hombres vulgares de barro pecador; ya no son carne mortal. Al embarcar lentamente en las tres navecillas, entre el silencio impresionante de los viejos, las mujeres y los niños, mudos de dolor porque marchan y de envidia, porque se quedan, son mucho más que todo ello: son misioneros, son cruzados, son héroes, son soldados de Cristo, que no van a conquistar un mundo material, sino algo mucho más alto y más hermoso: a llevar la luz del Evangelio a millones de almas ciegas de Dios, tras el misterio del Atlántico”. Cuando nos muestra la tensa emoción del primer desembarco en tierra antillana “Don Cristóbal Colón llega a la playa, besa sus arenas, hinca la rodilla y reza la Salve, con esa plástica teatral que adivinarán todos los pintores “de historia” del siglo XIX. La tropa española llora lágrimas de patria, mientras la grey indiana, un tanto cohibida en su alborozo, se repliega con inquietud de brujería por lo que puedan significar la cruz, el estandarte, el canto llano, las espadas y los garabatos de la pluma de gallo con que el notario acredita sobre un pergamino la bonorum posesium de aquel cachito de paraíso...”
                Bella, como pocas, la escena de la tierra americana y los sentimientos humanos en el preciso momento del alumbramiento: “¡No seas tonto, marinerito de España!... Abre bien los ojos... ¡Extiende la mano y verás cómo me puedes tocar!... ¡Toca! Aquí playa; aquí cantil; aquí bosque; aquí arroyo; aquí colina... Me puedes oler... Piña y anémona, canela y vainilla... ¡Proclámame!... Hazme saber que soy tierra![...]
-¡Tierra! -estalla en castellano la garganta viril de Juanillo Rodríguez Bermejo.
-¡Tierra! -repite un eco inmenso, que envuelve las carabelas, las islas, las estrellas, el mar y el firmamento.
-¡Tierra! -suspiran en su insomnio de Palos la esposa del piloto, la novia del marinero, la madre del grumete.
“El misterio se ha bautizado.
“El Nuevo Mundo ha oído la primera palabra en castellano”.
                El idioma, nuestra lengua castellana, española, es el indiscutible aglutinante de la formidable unidad de los pueblos hispánicos. Esa lengua que nos une y nos hermana, que nos fortalece y cohesiona, que nos identifica hacia dentro y nos distingue hacia afuera. La lengua que  -como dice Humboldt- “es la manifestación exterior del espíritu de los pueblos”; nuestra lengua es nuestro espíritu, o en la expresión de Unamuno “la sangre de mi espíritu es mi lengua”. La lengua castellana fundamento de unidad y escudo ante la diversidad. Así lo analiza el hispanoamericano Julio Ycaza Tigerino cuando dice que la lengua castellana, fundamento de nuestra unidad cultural, fue “nuestro principal escudo contra el imperialismo norteamericano, porque impidió nuestra total desintegración, y el aislamiento espiritual de nuestros pueblos” que nos dio un sentimiento de unidad para defender nuestra soberanía y personalidad histórica[3].
                Nuestra lengua castellana, signo de unidad cultural, vehículo de la Hispanidad que nos une recibe de parte de Ximénez de Sandoval un homenaje en virtud de un excelente empleo de los términos, las imágenes, y el garbo de una prosa rica en melodías y sonoridades castizas. 
Conclusión
                Creemos sin dudarlo, que, como decíamos al inicio, hoy en un momento en que cunde la lírica destructiva, el arte de lo feo y lo abyecto, leer esta biografía es levantar la poesía promisoria del bien y la belleza. Es enriquecer esta hermosa lengua que nos hermana culturalmente. Es repetir el acto fundacional de nombrar las cosas por su nombre. Como cuando América se bautizó como misterio al oír por vez primera decir en la voz de Rodrigo de Triana: Tierra. Como cuando los marinos descubridores incorporaron “el oro de las palabras nuevas para el idioma de Castilla” y el vendaval recibió el nombre indiano de huracán. Como dice Agustín de Foxá

“Dieron nombre a las cosas, como el Día Primero,
cuando Dios dijo rosa, y mujer, y marfil;
todo el año cristiano bautizó el derrotero,
cada virgen de España tuvo su isla de añil.
...
El soneto en la selva y entre serpientes, Cristo,
tendrá un “Octavo día” desde hoy la Creación,
pues navegó la Historia por un mar imprevisto,
y al azar de tres velas van Fray Luis y Platón”.

                España se propuso forjar un Nuevo Mundo con lo mejor de su ser, de su espíritu, de su moral y su estilo en un proceso de mutua asimilación que dio a luz formas nuevas creadoras de la Hispanidad -enseña Ramiro de Maeztu. No quiso que su cultura fuera trasplantada a América como flor de invernáculo, a la que habría que cuidar celosamente para que sus raíces no se secaran. Buscó asimilar hombres y ser asimilada por los hombres. Podrán crearse formas locales, es decir una cultura argentina, mejicana, peruana... pero lo que ninguna podrá dejar de ser, es retoño de la cultura hispánica. Como dice el poeta: España es “esa niña perdida y hallada en el templo de América”.
                Por eso América es retoño del tronco español. Por eso la Macarena llegó a América y se vistió de Guadalupe. Por eso la jota cordobesa y las castañuelas se volvieron aquí cueca, zamba y chacarera. Por eso Don Quijote desembarcó en América y se hizo Martín Fierro o Segundo Sombra. Por eso América sigue hablando, creando, sufriendo y viviendo en español. Con la misma entraña y estilo de España y con esa vena heroica y militante propia del espíritu hispánico. Y por eso la historia de Colón, como escribiera don Julio Irazusta, es tan nuestra como lo es la de España porque es la de los que fueron compatriotas y hoy son hermanos de raza. Porque por medio de Colón y de España recibimos lo mejor de la tradición espiritual de Occidente, que aún hoy tiene un nombre, y ese nombre es: Hispanidad.


Andrea Greco de Álvarez



[1] Caponnetto, Antonio. “Prólogo”, en: Ximénez de Sandoval, Felipe. Camisa Azul. Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 2001.
[2] Ximénez de Sandoval, Felipe. Cristóbal Colón: Evocación del Almirante de la Mar Océana, Madrid, Cultura Hispánica, 1963. 318 págs.
[3] Ycaza Tigerino, Julio. La cultura hispánica y la crisis de Occidente. Madrid, Ministerio de Cultura, 1981.



[1][1] Zea, Leopoldo. “Desarrollo de la creación cultural latinoamericana”, en: González Casanova, Pablo (coord), Cultura y creación intelectual en América Latina, México, Siglo XXI Editores, 1984. Págs. 213-134.  Zea, Leopoldo. “Emancipación mental de América”, en: América, como conciencia, México, Cuadernos Americanos, n. 30, 1953. Págs. 121-133.
[2] Sarmiento, Alicia et al, Ficción y símbolo en la literatura hispanoamericana, Mendoza, Investigaciones del CILHA, 1999.